San Lorenzo comenzó mejor: en un contexto de imprecisiones varias, al menos intentaba. Y lo hacía a través de un Gabriel Méndez movedizo, intrépido, decidido: cuando lo atacaba a Argachá, generaba algún suspiro para abandonar la monotonía. Méndez hacía la primera, pero nadie se le sumaba para hacer la segunda...
Y así, alguna situación con algo de peligro generaba el equipo de Madelón. De ahí a acertarle al arco ya era otra historia: Gigliotti cabeceaba por arriba, se demoraba en probar o se le iba alto o afuera. Todo seguía en cero.
Los dos equipos se parecían en lo táctico. En Independiente, Patito Rodríguez jugaba por la izquierda y el conector con el único punta era Villafañez. En San Lorenzo, Méndez era el mediapunta.
Patito e Iván Pérez se buscaban entre los de Independiente, aunque en verdad se encontraban poco. El equipo de Ramón empezó a crecer a partir de las trepadas de Busse por derecha, buscando siempre a Brian Nieva. Un Nieva que no pudo con Champagne...
A Independiente lo refrescaron los ingresos de Fabián Monserrat, Núñez, Lucas Kruspzky y Vidal. Creció Patricio Rodríguez y el equipo de Avellaneda buscó romper el cero. Entre el palo y Champagne se lo impidieron. No hubo caso: la noche en que la barra del Rojo protestó contra el presidente Cantero, el gol brilló por su ausencia en Mar del Plata.